lunes, 25 de enero de 2010

Y yo que te amaba…


Para qué esperar que regreses gritando
que me amas tanto, que me has extrañado,
si cuando te tuve soñando a mi lado,
fue una pesadilla que tuvo exaltados
todos mis sentidos, mis nervios crispados,
con el alma rota, el deseo averiado,
los besos en cuotas, en cómodos pagos,
y nuestros deseos, que fueron tan vagos,
durmieron la siesta y no despertaron
por miedo a lo grande, temor a la vida.
Linyeras mimados, pidiendo comida
por las calles sucias de una despedida.
Para terminar apretando los labios
para no insultarnos, y el abecedario
gastado en palabras que fueron mentiras.


Y cuando esperaba
que me dieras algo a cambio de todo,
más sentí en el cuello ahogándome al lodo,
pero absorto, no nadaba.


Para qué esperar que regreses llorando,
diciendo que siempre me has adorado,
si cuando vivimos un tiempo añorado
quisimos cumplir nuestro sueño anhelado,
pero terminamos los dos alterados.
La esperanza rota, los cuerpos dañados,
errando las notas y desafinados,
cantando victoria, aun derrotados.
Creí que era fuerte, quedé destrozado,
encerrado en todo, sin ver la salida.
La sangre estancada, la mente aturdida.
Para terminar rompiendo calendarios
para no enterarme de que hace mil años
quedaste bien fuera de toda mi vida.


Y yo que te amaba,
comprendo que te ibas buscando algún sueño
que es mejor que este, y queda muy lejos
del que darte yo intentaba.



Ignacio Martín Pis Diez Pelitti



Creative Commons License
Esta obra está licenciada bajo una Licencia Creative Commons Atribución-No Comercial-Sin Obras Derivadas 2.5 Argentina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario