domingo, 30 de agosto de 2009

Tierra

Somos animales primitivos que usamos nuestros principios como un ropaje meramente ornamental, y en sus bolsillos llevamos una bomba dispuesta para ser utilizada en caso de que tengamos que inmolarnos: la misma armadura puede ser una bomba de tiempo. La explosión puede ser terrible, aniquiladora. El tiempo se mide en un incesante tictac que va marcando el pulso arrítmico de nuestros corazones avasallados. El tiempo nos mide incesantemente.
De vez en cuando la vida florece, y cuanto más ávidas del néctar de la flor de la vida están las papilas del corazón, más se arraiga el alma a una tierra que nos vive defraudando. Entonces llamamos felicidad al mero conformarse con efímeros bienestares. Entonces llamamos amor a un simple habituarse al otro. Decimos insatisfechos, en vez de miserables. Llamamos triunfar a aislados logros fugaces. Decimos tanto y no sabemos qué hacer, y echamos raíces. Crecemos alejándonos de aquello que nos hizo nacer, transmutamos de semilla a recio árbol, el tiempo nos marchita, cultivamos quizás desdichas y a veces retiramos nuestros frutos antes de tiempo. Resistimos tempestades y devenimos en tierra. Decimos evolución y progreso, en vez de decir que olvidamos quiénes somos o hacia dónde vamos, filosofamos pero nunca estamos seguros. Llamamos filosofía a nuestros puntos de vista, pero quién sabe qué demonios es la vida. Decir eufemismos es peor que mentir.
Somos almas encerradas en cuerpos que usamos como falso ropaje ornamental, y en la piel llevamos las marcas de un lento y paulatino estallido interno.


Ignacio Martín Pis Diez Pelitti



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jueves, 27 de agosto de 2009

Cursis et recursos

La epanalepsis es un recurso literario, eso es la epanalepsis. Un recurso literario al igual que la anadiplosis. La anadiplosis es, para mí, más intensa. Pero no tan débilmente intensa como un oxímoron, ni tan interesantemente importante como un redundante pleonasmo. De todos los recursos literarios el que más me gusta es el retruécano, pero igual me gusta recurrir a todo lo que sea literario.
El anthropos jugando con los tropos que se cuelan por debajo del idioma como topos por debajo de la tierra. O el opus de plantar en la tierra un potus. Todos juegos, divertimento lúdico: como el del mosquito que te deja palúdico sólo por divertirse; o el hipoacúsico que por las contracciones de su diafragma emite un hipo acústico en el ocaso de un día fragmentario.
¡Hocus copus! O en español, ¡Abracadabra!, la cabra habrá de cavar, ¿Acabará de cavar la cabra?, ¿cabrá la cabra en la cava? Si acaba de cavarla, la cabra acabará de cavar cabalmente y entonces cabrá. ¿Pero en dónde cabrá la cabra?, la cabra cabrá en la cava que acaba de cavar cabalmente, producto de su mente cabal. ¿Cabral tenía cabras cavadoras? ¿O simples cabras pastoras de yuyos? No lo sé, el potus no es un yuyo…las hojas tampoco, la soja tampoco, es tan poca la soja...Cabral: Soldado heroico, gran héroe sin heroína que le escribiera unas líneas…, blancas como las manos del soldado estoico donde el sol no ha dado. Estoy comenzando a razonar cruzadamente con la mente cruzada. Cruz, Hada, símbolos mágicos, pura mística. Como la pura y mítica heroína que no le escribió ni una línea a Cabral que estaba solo criando su cabra cavadora y que al pastar masticaba místicamente. Esa cabra que no se rendía de cavar ni de pastar ni acabará empastándose con el pasto, tampoco con las hojas. Quizás acabe espantándose con el phatos de la conducta de Cabral, su patrón, o estampándose con el pato, o con el potro, o con el portón que se le estampa en torpe estampida por no seguir un cabal patrón de conducta.
Mi recurso literario favorito es el retruécano, y recurro a mi literatura favorita si alguien quiere retrucarme. ¿Cabrá la cabra?
Ignacio Martín Pis Diez Pelitti



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martes, 25 de agosto de 2009

Cambio, desarrollo y progreso









Introducción al tema

Bien podría ser que la tan pomposamente denominada “Revolución Industrial”, hito histórico por antonomasia al que pocos negarían su relevancia, a punto de tal de que pareciera que la historia del mundo no podría dividirse más que un antes y después de ella, podría denominarse también, y posicionándonos en el aspecto significativo y no ya en el primigenio significado que diera origen a la misma ( para un lugar un tiempo histórico dados) como el nacimiento y progresivo desenvolvimiento, hasta nuestros tiempos, de una Involución Intelectual - es decir, partiendo de una valoración de sus consecuencias reales y no en la valoración de un categórico ideal- . Esto dicho, no ya en el de por sí peyorativo sentido de suponer una retrogradación de la Humanidad como sujeto colectivo -si suponemos que tal cosa existe-, ya que sería tan pretencioso como la posición que se intenta rebatir aquí, ensayar una postura capaz de que intentase dictaminar sin caer en anticipadas conclusiones meramente conjeturales y caprichosas; de ningún modo, sino dicho con el fundamento que parte de la base de las siguientes líneas de pensamiento:



Aspectos positivos



Es indudablemente innegable que la aparición de la máquina y la consecuente división del trabajo ulterior, dio en sus principios los frutos esperados y vino a solucionar aspectos significativamente conflictivos del ámbito social y económico de su época, a la par que en términos de universalidad tampoco pueden negarse los aportes que esta nueva forma de organización de la vida humana, ha arrojado y continuará arrojando con el correr del devenir histórico, en aspectos tan destacables como ser los notorios e importantísimos avances en campos tales como el tecnológico, las ciencias, y así tantos campos como fuera posible enumerar. Hoy sería imposible vislumbrar un mundo que no se sustente sobre la base de tan nobles fines y logros alcanzados.
El maquinismo, la industrialización y masificación de la manufactura y el consumo, la aparición de la fábrica y la consiguiente concentración de los núcleos urbanos en torno a las mismas, los mercados inundados de los más variados y sofisticados productos, etc., constituyen hoy irrefutables íconos de toda una nueva forma de organización social que trae aparejada consigo una serie de circunstancias y consecuencias que bien podrían ser tomadas bajo términos tan absolutos como los de desarrollo o progreso. Si bien de hecho esto es así, también es cierto que ciertos estudiosos de las Humanidades, y en especial sociólogos, prefieren utilizar los términos de cambio social, ya que la utilización de los mismos intenta desabsolutizar términos tan tajantes como los antes citados, no como negación de la existencia de una evolución, pero sí poniendo ciertos reparos al considerar que si bien las sociedades “se mueven” cambiando permanentemente, no todo cambio puede ser considerado como una evolución o desarrollo, sin caer de esa manera en definiciones axiológicamente reprochables que acabarían por desterrar el aspecto ontológico de todo análisis que pretendiera ser serio y sincero. Es decir, que carecería de objetividad, teniendo en cuenta sólo los aspectos positivos arrojados por el tema en estudio, pero dejando fuera del análisis sus aspectos negativos, que consideramos son los siguientes:



Aspectos negativos




Ahora bien, con la fabricación en masa la manufactura deja de estar en manos de pocos. Los hombres se ven casi obligados a salir de sus hogares para ir a las fábricas, comienzan los avances y la perfección de la técnica en variadísimos aspectos que abarcan ya no sólo el campo de la industria, sino que por extensión van contagiando a todos los demás aspectos de la estructura social, tales como las ciencias, las artes, etc. Las instituciones se ven constreñidas a ir adaptándose, por las fuerza de los hechos, a las nuevas circunstancias y paulatinamente se van dando todas las situaciones contempladas en el precedente subtítulo.
Pero llega el momento en que dicha estructura debió empezar colapsar por las lógicas fallas de su propia naturaleza. Decía Malthus que las sociedades crecen geométricamente y los recursos aritméticamente, y si bien actualmente están en boga teorías que sostienen que el humano no se reproduce siempre geométricamente, sino que se adapta hasta cierto punto a la capacidad productiva del medio, tales teorías aún no se encuentran acabadas y por otro lado, la evidencia actual de los hechos impone a los ojos del observador otra realidad.
Paralela y concordantemente con el postulado malthusiano, se da que los recursos van siendo acaparados por los sectores poseedores del mayor poder de captación de los recursos, es decir, el industrial, intelectual y científico, que son quienes poseen a esa altura, la concentración de los medios de producción y “desarrollo social”. La burguesía de la teoría marxista y su consiguiente dictadura.
El número de personas presentes fuera de los sistemas productivos y educativos es desproporcionadamente mayor al número existente por dentro de los mismos, y paulatinamente esto va provocando que cada vez un número mayor de individuos, se vean en la necesidad de depender para su cotidiano sustento, de un número inversamente proporcional y reducido, en comparación, de productores. Tal es el esquema actual de la organización del mundo: miles de millones de personas dependen, para adaptarse a los cánones de la vida moderna, de un significativamente menor número de personas. En consecuencia los medios de producción, la especialización de la mano de obra, el conocimiento de las técnicas, y el conocimiento en general, se encuentran en este escenario, absolutamente sectorizados.


Consecuencias



Llegamos así al problema central que se pretende volcar en este trabajo, que es el de puntualizar las consecuencias que psicológica, actitudinal y funcionalmente, produce al individuo en sociedad un panorama así dado.
El hecho de que todos los conocimientos, recursos e infraesructuras con que cuenta la sociedad mundial actual, que puedan ser considerados como elementos estructurales del desenvolvimiento en el medio humano, se encuentre concentrado, captado y explotado por una ínfima cantidad de sujetos, conlleva a la atroz y lógica consecuencia de quien que no maneja cotidianamente dichos conocimientos y elementos –los que a su vez día a día van en aumento-, produce consecuentemente que quienes permanecen impasibles como simples consumidores de los resultados de un sistema tal, vayan siendo cada vez mas ignorantes en el siguiente sentido: al ampliarse vertiginosamente el conocimiento y el desarrollo industrial y tecnológico, y a su vez, ser cada vez mayor la cantidad de personas que no tienen acceso a dichos medios y sus permanentes cambios, es cada vez más lo que éstas van ignorando. En otras palabras: a mayor cantidad de cosas por aprender y menores posibilidades de acceder a su conocimiento, resulta una mayor ignorancia, por los conocimientos no obtenidos y por el número de personas que no los obtienen.
Lo antedicho lleva a una casi absoluta dependencia por parte de un enorme sector, hacia uno notoriamente reducido. Pero las consecuencias no se agotan en este único problema, sino que además el hecho de que todos los medios se hallen en manos de pocos, lleva ineludiblemente a que quienes están por fuera de los esquemas citados, caigan en una deleznable situación de ocio intelectual que, paradójicamente, conlleva a una mayor improductividad, en términos materiales e intelectuales. Se produce así lo que llamaremos una tiranía del conocimiento, en que unos pocos, por poseer los medios productivos e intelectuales, dirigen, gobiernan y determinan cómo ha de ser la vida y cuáles han de ser las necesidades de una numerosísima cantidad de personas que, por “la fuerza de las circunstancias”, y otra veces no tan casualmente, se hallan excluidas e incluso hasta expulsadas de un sistema que pareciera haber sido meticulosamente diseñado y planificado hasta sus últimas consecuencias, por los sectores de las sociedades que se intentaron combatir al descentralizar, en su origen, a las formas de producción.
Asimismo el círculo vicioso antedicho se cierra y vuelve a comenzar en el punto en que, ante la falsa creencia que produce en amplios sectores mayoritarios el hecho de suponer erróneamente de que todo lo existente, y lo que pudiera llegar a existir en este mundo, ya se encuentra todo pensado por otros. Reavivándose permanentemente de este modo, el poder tirano de los poseedores del conocimiento y de la técnica. ¿Para que esforzarse uno, si ya está todo pensado y analizado por otros?, parece haberse convertido en una pregunta común y recurrentemente oída en nuestro tiempos.


Conclusiones



Se configura así un sistema exclusivo (para pocos) y excluyente (desplaza a las mayorías) que se retroalimenta en un constante círculo vicioso, cuyo saldo desfavorable no es otro que el de que cada vez vaya existiendo mayor exclusión social. Y cuya única alternativa vislumbrable para romperlo, no pareciera ser otra más que la de educar instruir, y distribuir los medios de producción, los recursos, y las formas de acceso al conocimiento, de manera más equitativa. Para así acabar con el ocio intelectual, la tiranía del conocimiento, y convertir de esta manera al sistema en un círculo virtuoso, que redunde en beneficio de todos, arrojando como saldo, ahora sí, una verdadera situación que bien pudiera ser denominada como de Progreso o Desarrollo.




Ignacio Martín Pis Diez Pelitti





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domingo, 23 de agosto de 2009

Afirmaciones




¿Quién ha sido el tonto que ha afirmado
que un amor es eterno, y amor de verdad,
cuando sientes que el tiempo parece volar
al mirar los ojos del ser amado,
y sientes que nada puede ya importar?

Las cosas a veces no tienen sentido,
maldito y dichoso poeta afortunado
que no te has sentido jamás destrozado,
ni sientes la angustia de haberla perdido,
o el dolor profundo de no estar a su lado.

Ni extrañas sus besos en la soledad,
gritando en silencio por qué es que se ha ido,
qué manos ajenas construirán su nido,
qué demonios es lo que yo he hecho mal.
Tú no sabes, poeta engreído,
cómo se siente por ella llorar…



Ignacio Martín Pis Diez Pelitti



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viernes, 21 de agosto de 2009

Si hubiera educación...(visión derechosa).


Conversación en la acera entre dos menesterosos mozuelos con humildes hábitos de vida.

- Hola, ¿todo en óptimas condiciones?, persona con poder y prestigio o muy entendida en una determinada materia.
- No es de tu incumbencia. Retirate de aquí.
- ¿Me estás asiendo el cabello?, ¿qué te sucede?, ¿andás con decaimiento anímico?
-No, nada que observar.
- Pues, ¿entonces?
- Nada, no me hostigues.
- ¡La vagina de tu progenitora,¡majareta!, colocate media batería.
- Si lo deseo.
- Ah, bueno, no simules vesania conmigo, ¿eh?
- Detente, ¿qué te acontece?, ser falto o escaso de entendimiento o razón.
- Uy, me dirigiré a ejecutarte.
- Sosegate, no he querido agraviarte.
- El absoluto óptimo, dame un achuchón.
- Conmutame por el exabrupto.
- Estás amnistiado, camarada.
- Gracias, señora de edad considerable.
- Dirijámonos a ingerir brebaje de lúpulo fermentado en la acera del tenderete.
- Enhorabuena, hagamos las paces y simulemos que nada de esto ha acontecido.
- De acuerdo.



P.D: No nos dejemos engañar...


Ignacio Martín Pis Diez Pelitti



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Azules


El vertiginoso vórtice en que se vierten mis pasiones, subvierte mis virtudes escapando por los vértices de mi entero ser. Y la visión que me envuelve lo fusiona todo en una turbulencia atroz que desdibuja mi aura azul. Virulencia espesa de visiones vítreas, veraces y también azules. Me dejo atraer hacia mí mismo en el suspiro invertido de una inhalación profunda, sumando el mundo externo a mis vértigos interiores, y el universo se vuelve locura. Demencia voraz.
El alma se transfigura en imágenes que no concuerdan, en representaciones amorfas y para nada cuerdas, como nuestro amor. ¿Te acuerdas de nuestro amor? , amor a cuerda, vieja maquinaria que necesitó siempre del impulso constante de nuestras voluntades para poder avanzar y no morir sistemáticamente, maquinalmente, en lo estático. Amor extático ante el impulso exacerbado que lo llevaba a la obsesión, pero inerte y sin pulso en la transición hacia el dolor que esa cesión de impulsos nos producía.
La escisión fue inevitable, incisiva, quiste y virulencia, con la sangre colmada de visiones que condujeron a la incisión decisiva producida por la herida sangrante del desamor. Entonces el universo se volvió locura -azul, vítrea-, y el alma se nos desangró.




Ignacio Martín Pis Diez Pelitti



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El fin




Cubro con torpeza
los rasguños leves
de una antigua herida.
Dejo que me lleven
lejos mis tristezas,
buscando guarida.

Deslizo mis manos
por las líneas tenues
de una despedida,
y mi desconfianza,
souvenir que traigo
de mi exigua vida,
es el escenario
donde alegres danzan
todas las mentiras.

Aprieto mis labios,
al saber que duele
ver que no hay salida.
Mis brazos se hieren
por la gran rudeza
de cargar espinas.

Recorro el pasado,
veo que me quieren,
y el viaje me invita
a las añoranzas
de los bellos años
que a soñar me incitan.

Pero me hace daño,
y mi alma se cansa
de las infinitas
y duras esperas
que al final me llevan
a una urgente huida.

Corto con rudeza
la raíz endeble
del árbol de mi vida.
Dejo que se quiebre
su dura corteza,
y todo termina.








Ignacio Martín Pis Diez Pelitti





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miércoles, 12 de agosto de 2009

Hogar




En mi casa hubo infancia,
mascota y olor a comida.
En mi casa hubo esperanzas,
ilusiones y familia.

En mi casa hubo amor,
hubo abrazos y caricias.
En mi casa brilló el sol
cuando alguien sonreía.

Hubo gratos momentos
que inspiraron poesías.
En mi casa hubo sueños
y miradas de empatía.

En mi casa hubo un mañana,
proyectos y fantasías.
En mi casa hubo,
pero ya no queda nada,
de lo que antes había.

Ignacio Martín Pis Diez Pelitti




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lunes, 3 de agosto de 2009

Q.E.P.D.


Hemos perdido a la Reina en la batalla y, enloquecidos, terminamos disociándonos en individualidades doblegadas que no supieron nunca recuperar su conciencia de grupo.
La unión desorganizada y desentendida que intentábamos crear para sentirnos protegidos, fue la causa del fracaso que ahora compartimos en soledad con un mundo que no sabe que existimos, o que no quiere saberlo, y que si lo sabe, opta por la desidia.
El enjambre se disgregó convirtiéndonos en molestos y solitarios insectos que se defienden creyendo que están siendo atacados.
Revoloteábamos alborotados alrededor del elemental alimento de nuestra vital permanencia, hipnotizados por el dulce aroma que emanaba del sacramental producto de nuestros logros grupales. Creíamos que en esencia éramos muchas individualidades unidas con el simple fin de mantenernos vivas.
El enemigo retozaba de envidia allá afuera y se regodeaba de antemano frotándose las manos, sediento de codicia. Él vislumbraba nuestro futuro e inevitable fracaso. Nosotros nos descuidamos, nos distrajimos y perdimos la batalla.
El instinto había primado siempre en nuestras acciones y nos brindaba la comodidad de lo rutinario, ¿para qué detenernos a evaluar tan práctica inercia?, si las cosas seguían tranquilas su curso natural, desenvolviéndose a través de ella. Hubiera sido absurdo- pensábamos- contradecir o refutar un orden de cosas previamente dado, si desde tiempos inveterados hasta aquí había venido dando los frutos justos y necesarios. Estábamos equivocados. Resultó ser que el bienestar del que gozábamos no era un orden natural, sino el fruto del esfuerzo de las generaciones que nos habían precedido. Tampoco nos percatamos del valor de estar organizados, que no tiene como fin simplemente sobrevivir, sino vivir unidos y, sobre todo, vivir bien. Nos dimos cuenta tarde, no supimos verlo. La ignorancia y la comodidad habían sido el medio regular en que nos desenvolvíamos cotidianamente.
Sumergidos en tan grueso error, la evolución de nuestra especie consistió entonces en ir anulando sistemática y paulatinamente a la Razón con el paso de una generación a la otra, y fue triunfando así el cómodo estoicismo que saben brindar los más primitivos instintos.
Cuando menos preparados estábamos, sucedió finalmente el ataque, por la retaguardia, inesperado, súbito y letal, que arrasó con todo: nuestros sueños, nuestros esfuerzos, nuestra tan preciada labor, dieron por tierra tan pronto como notamos la presencia del enemigo. Nos hirieron a la Reina…la perdimos torpemente. Víctimas de la consternación propia de nuestra sorpresa que nos hizo separarnos cuando deberíamos haber estado más unidos que nunca, triunfó el egoísmo y nos olvidamos de nuestros pares. Abandonamos a nuestros hermanos dándole carta blanca al atacante, que supo aprovechar tan servida ocasión que le brindamos. Imperó entonces la desunión y ahora somos bichos desolados y atontados parando las antenas y muriéndonos de hambre. Obnubilados ante el fracaso.
En este momento hemos tomado conciencia de la importancia que la Reina tenía para nosotros. Pensar que cuando la teníamos entre nosotros la tratábamos con la misma desidia con la que hoy los demás enjambres nos tratan a nosotros. Nuestro ídolo pereció en el mar de la ignominia, asesinado por el desprecio de sus displicentes súbditos. Ícono diluido en las aguas del olvido.
Hoy ya nadie nos ataca pero seguimos desunidos. Ya no hay néctar, ni sueños, ni frutos del trabajo colectivo, pero seguimos viviendo inercialmente, individualmente, con el enemigo entre nosotros (¿el enemigo somos nosotros?). Estamos gobernados por falsos paladines y somos insectos autómatas sin conciencia de grupo. Laboriosas y pintorescas abejas devenidas en inmundas y horripilantes moscas. Necesitamos más que nunca referentes para terminar con este asco. Pero la reina ha muerto en la batalla, y nuestra colmena está destrozada.

A la democracia…
In memoriam.

Ignacio Martín Pis Diez Pelitti



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