
martes, 17 de julio de 2012
Zaguán

El protagonista

martes, 15 de mayo de 2012
Mundo animal
Ignacio M. Pis Diez Pelitti

lunes, 2 de abril de 2012
Así

lunes, 9 de enero de 2012
Uma se deprime a las siete
Ignacio M. Pis Diez Pelitti

domingo, 1 de enero de 2012
De tiempo en tiempo

domingo, 9 de octubre de 2011
Desencuentros

lunes, 26 de septiembre de 2011
Criaturas de Dios
domingo, 11 de septiembre de 2011
Y un día…
Y un día, encontraron la puerta que daba hacia el mundo exterior. Caminaron juntos, y al traspasar la salida, ya eran una sola alma viviendo en dos cuerpos.

martes, 23 de agosto de 2011
Pasaje hacia el otro lado

martes, 15 de marzo de 2011
De historias y reflejos

miércoles, 16 de febrero de 2011
Sumario de un día cualquiera
Como todos los días, el despertador sonó a las 6:30 a.m. Osvaldo siguió durmiendo hasta las 7:23 a.m.
En la esquina de avenida 7, esquina 40, hay dos semáforos que habilitan al cruce de vehículos que circulan por las dos calles que conforman la encrucijada.
Como todos los días, a las 7:25 a.m, el semáforo que habilita el paso de los vehículos que vienen por calle 40, se pone en rojo y, segundos después, se pone en verde el que habilita el paso de los vehículos que vienen por la avenida 7.
A las 7:25, Osvaldo escuchó desde la cocina de su departamento, una frenada violenta, seguida de un estrepitoso impacto de ruido metálico. Entre que caminó hasta el balcón, enrolló la persiana y salió a mirar, se hicieron las 7:27 a.m.
Desde el piso 6 pudo ver con casi inusitada claridad, la trágica escena: un automóvil, que seguramente vendría a gran velocidad por avenida 7, había quedado incrustado contra un poste de luz, situado a unos
Osvaldo dedujo que alguno de los dos autos, habría pasado con la luz del semáforo estando en rojo, y que el que venía por calle 40, al intentar esquivar al que venía por la avenida, habría impactado contra la parte trasera del mismo, y habría sido expulsado hacia la parada de colectivos; el otro habría perdido el control y, por la gran velocidad a la que vendría, había terminado en el lugar donde ahora Osvaldo lo veía incrustado.
A las 7:30 a.m., la curiosidad venció a Osvaldo, entonces se vistió y decidió bajar hasta la esquina a mirar la escena, de prisa. Al llegar, ya se hallaban en el lugar dos patrulleros policiales con sus cuatro respectivos policías, a la espera de una ambulancia, y varios vecinos curiosos merodeaban el lugar con expresión atónita en sus rostros.
A las 7:45 a.m., llegó una ambulancia al lugar del siniestro, y los enfermeros y el médico que en ella venían, se dispusieron raudamente a socorrer a los conductores de ambos vehículos. Fue justamente cuando socorrían al vehículo de la parada de colectivos, que descubrieron el cuerpo de una mujer destrozado entre los fierros del auto y los fierros retorcidos de la parada de colectivos. La mujer había fallecido en el acto, dijo el médico.
A las 6:30 a.m, ese mismo día, sonó la alarma del despertador que Esther ponía todos los días a la misma hora, desde hacía más de veinte años, para poder tomar el colectivo a tiempo, para ir a trabajar en el Ministerio. Se levantó sigilosamente para no despertar a Osvaldo, y a las 7:23 a.m. ya se hallaba esperando el colectivo en la parada de avenida 7, esquina 40.

lunes, 24 de enero de 2011
De todos los días
Carla tenía veintipico de años, trabajaba de secretaria, tenía voz dulce, sabía mentir, sonreír, hacer pucheritos, y mordía las biromes de forma sensual. Ricardo tenía cincuenta y pico de años, era un profesional responsable, respetuoso, cortés, trabajador incansable, buen padre, y estaba casado desde hacía más de veinte años con Patricia. Patricia era apenas menor que Ricardo, contadora, mujer elegante, instruida, simpática, madre ejemplar de dos hijos, y una esposa ideal. Ricardo y Patricia salían cada mañana de su casa a trabajar, cada uno a su oficina, y los chicos se iban al colegio en el transporte escolar. Patricia sabía que Carla existía y que trabajaba con Ricardo, lo celaba sutilmente, y él eludía sus embates con elogios románticos y desidia fingida hacia Carla, y aunque él se hacía mal el distraído, sabía muy bien que Patricia estaba atenta. Carla sedujo a Ricardo con los clásicos trucos de quien sólo desea trepar, y Ricardo, aun siendo el hombre inteligente que era, decidió sucumbir a los encantos de Carla, un poco por amor propio, y otro tanto por curiosidad. Años después se dio el anunciado divorcio que sigue a toda confesión, y la puesta al día con los reproches mutuamente callados por años. Ricardo alquiló un departamento diminuto y ruinoso, y Patricia y los chicos se quedaron en casa. Aun después del divorcio, Patricia siguió amándolo, por todo lo que él era. Carla estaba con él, por todo lo que él hacía o podría llegar a darle. Patricia lo entendía y lo aceptaba, tan sencilla y complejamente como se lo hace cuando se ama. Carla lo quería, pero nada más. Y aunque Patricia algunas veces sintió lástima y dolor por él, y asco hacia ella, lo respetó siempre y lo recibió en su hogar. Ricardo siguió amando por siempre a Patricia, pero estaba embobado por Carla, sintió cada tanto lástima por sí mismo, y se sintió mucha veces como un extraño en su antiguo hogar. Patricia se casó de nuevo con Alberto, un hombre bueno que la amaba, los chicos crecieron y se fueron, y muchos años después, ella envejeció y murió queriendo, pero sin amar jamás, a su segundo esposo. Ricardo murió mucho antes que Carla, jamás se casaron ni se amaron el uno al otro. Carla en seguida conoció a Alejandro, un hombre casado también, pero esta vez ella sí l o amaba en verdad. Alejandro le mintió a Carla durante años, prometiendo vanamente que dejaría a su esposa para estar sólo con ella. Diez años después, Alejandro murió, dejando otro hogar incompleto, en el que nunca se descubrió la mentira, y una amante de más cincuenta años de edad, sola, sin esposo, sin hijos, sin hogar, y que no pudo saber jamás lo que es el sano y verdadero amor.

domingo, 26 de diciembre de 2010
Voy

sábado, 18 de septiembre de 2010
Inescindiblemente

domingo, 29 de agosto de 2010
A ellas...
En este mañana que vivo todavía como un hoy, los autos rozan el asfalto allá afuera en el balcón, y en cada rincón de la avenida, agazapadas en los laberínticos pasillos de universos paralelos, reposan conspirando a favor de las letras, las hermosas e infalibles musas de todos los ayeres y de todos los mañanas.
viernes, 18 de junio de 2010
Carta a un amigo

Esta obra está licenciada bajo una Licencia Creative Commons Atribución-No Comercial-Sin Obras Derivadas 2.5 Argentina.
domingo, 6 de junio de 2010
En el espejo
Me hallaba contemplando mi propia contemplación, parado frente al gran espejo del living, con el rostro situado a escasos centímetros de mi otro rostro, divagando en mi propia mirada, intentando encontrar en mis ojos aquellos secretos que ellos esconden incluso de mí mismo.
Noté entonces en el ángulo superior del espejo, el extraño reflejo que producían los haces de luz de la lámpara del living, y pensé que quizás en el núcleo mismo de ese raro destello albergaba un algo revelador: quizás allí se hallara el Aleph tan bien narrado otrora por Borges,
Alguna vez escuché que el cerebro humano es tan complejo, que por eso nos es difícil descifrarlo, pero que si fuera más simple, entonces seríamos tan tontos que no tendríamos la capacidad de comprender ni siquiera lo poco que de él sabemos. Pensé que algo de cierto hay en ello.
Empecinado en seguir interpretando aquella luz, cerré mis ojos durante unos minutos, tan violentamente que al abrirlos de repente, aun flotaban a mi alrededor las tintineantes partículas de materia. Los haces hicieron entonces un juego extraño y la casa se transfiguró en otra cosa, me sentí dentro de una especie de caleidoscopio gigante.
Tardé un rato en recuperar la visión real de las cosas. Permanecí unos minutos con la mirada fija y perdida en la frondosa copa de un árbol. Me devolvió a mí la voz de un vecino del barrio que me saludaba gritando desde la vereda de enfrente. Respondí al saludo distraídamente con un desganado ademán, me alejé unos pasos del espejo y me puse a escribir estas líneas, o quizás caminé un poco más, entré al kiosco y compré cigarrillos, quizás otro hombre ya ha escrito este relato por mí y yo ahora lo esté leyendo sentado en mi cama, mientras sigo parado frente al espejo con los ojos cerrados, pero estoy casi seguro de que estoy sentado frente a la computadora escribiendo estas palabras. Todo es tan real… ¿Qué es
Ignacio Martín Pis Diez Pelitti

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miércoles, 24 de marzo de 2010
Réquiem
domingo, 7 de febrero de 2010
Refranero III

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