Metemos
a nuestro día de nacimiento, nuestros primeros pasos, el primer día de clases
en el Jardín de Infantes, el día que aprendimos a andar sin rueditas en la
bici, el primer día de Colegio primario, secundario y terciario o
universitario, en la misma bolsa. Metemos también, en el medio, a todos
nuestros afectos, caídas antológicas, anécdotas risueñas o trágicas, amores y
desamores, éxitos y fracasos, nuestros recuerdos y nuestros olvidos, las
palabras que sobraron y las que no dijimos, los trabajos que tuvimos y los que
nos hubiera gustado tener, tal vez hijos, tal vez nietos también, y un buen día
envejecemos y morimos, o morimos antes de envejecer, y entonces decimos “Así es
la vida”. Esa bolsa única que es la vida, y que no tiene límites para meter en
ella todo lo que cada uno pueda meter. Y si algún erudito o escéptico, ante la
tajante y sagaz máxima, viniera a
preguntarnos socarronamente “¿Así cómo, es la vida?, pues le diríamos “Así”. Y
que lea esto, ¿o acaso no entendiste nada?
Ignacio M. Pis Diez Pelitti
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