Casi me duermo pensando en vos, pero decidí darme vuelta y besarte. Estabas ahí, durmiendo serena, los ojos cerrados, la boca entreabierta. Seguramente estarías soñando con cosas comunes de gente común, que es con lo que los angelitos sueñan. Tu piel delgada y transparente traslucía tus venas, que transportaban torrentes de sangre convertidos en fuerza. En fuerza de madre, de trabajadora, de la vida tomándote por sorpresa. Y yo estaba ahí, contemplándote ahora, sin pensar el valor que tenían esas horas a tu lado, ese amor, esa simpleza.
Casi ya un año que no duermo con vos, y que cada uno siguió su suerte. Casi ya un año que nos dijimos adiós, pero hoy ya no puedo elegir entre pensarte o tenerte.
Ignacio Martín Pis Diez Pelitti
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