Hay una luz encendida al final
de un sinuoso y extenso camino,
extinguiéndose en la oscuridad
de un incierto y difícil Destino.
Y entre las paredes desabridas
de ese laberíntico y largo sendero,
que hoy mis lágrimas mojan,
está encerrada la mujer de mi vida,
está oprimido su corazón por el miedo.
Y aunque la duda hoy me arroja
hacia el abismo de lo perplejo,
se sabe que llegan más lejos
aquellos que de a dos caminan,
y junto a ella quiero dar mis pasos.
Y si esa luz, finalmente ilumina,
que ilumine el camino hasta sus brazos.
Ignacio M. Pis Diez Pelitti
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