lunes, 26 de octubre de 2009

Refranero II


No logramos encontrarnos ni siquiera buscándonos. Soñar nos costó caro, y los sueños terminaron siendo pesadillas. Fuimos ricos pero pocos, y nuestra billetera se suicidó ante el más feo el día que la nieta se quedó estéril. El oro se oxidó junto al plomo reluciente. Dejamos correr el agua que no bebimos, y bebimos del agua que juramos no beber. Escupimos al piso y nos manchamos los zapatos. Fuimos huérfanos y nos mordió un perro sin cuerdas vocales. Le disparamos a un pájaro con ametralladora pero le atinamos al nido. Cerramos la boca después de tragarnos las moscas. No hicimos nada pero pagamos por ello. En la inmensa ciudad vivimos nuestro pequeño infierno y el corazón se nos hizo diminuto en un tres ambientes. El capitán consiguió mujer en un puerto, y abandonó la nave, delegándole su mando a un inepto marinero. Nadamos a favor de la corriente y morimos con anzuelos clavados en la aleta. Medimos cada cosa con varas diferentes y fuimos profetas en nuestra propia tierra, justo cuando la nobleza incumplió el contrato y se las tomó con la plata. Compramos leche fortificada sin derramar ni una sola lágrima y fuimos giles afanosamente. Nos fuimos por la tangente y nos perdimos en la bisectriz. Nos quedamos con la música en casa y bailé con la más hermosa, pero la fiera aturdida se exaltó y nos quitó lo bailado. Fuimos despacio y llegamos hasta ahí nomás. Fuimos súbditos ciegos en el país de los linces. Un chancho chiflaba Vivaldi ante el asombro de un sapo del mismo pozo que, absorto, pestañeaba el mismo día que la araña sufrió trastorno de múltiples personalidades y se puso a perseguir mariposas que no pensaban en otra cosa. Con la dentadura intacta y la panza contenta, Dios nos dio pan de ayer y nos vació el corazón. Estuvimos mal estando solos, pero peor acompañados. No logramos ni con maña lo que fuerzas requería. Nos reímos primeros y desafinados ante el degollado, y morimos atragantados por la risa. Dejamos para nunca lo que no pudimos hacer jamás… ¿quién nos ha visto, si ya nadie nos ve?
Nos sentimos como Pedro en casa ajena, y nos ahogamos en una taza vacía. Taza, taza: cada cual para su casa.




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