sábado, 10 de octubre de 2009

Refranero (sujeto a correcciones y ampliaciones)


Me diste un buen puerto lleno de leña, y yo en esa época usaba estufa a gas y no tenía parrilla. Fuiste mil veces a la fuente con un cántaro de Tupper, mientras que yo lloraba ante la leche aun no derramada. Me dijiste que andabas conmigo, pero yo mismo no sabía ni quién era. Dijiste pocas palabras pero siempre fui mal entendedor. Cambiamos ojo por pierna, y dos cuerpos enteros por un corazón destrozado. Nos vencimos en la segunda sin llegar a la tercera, y tuvimos dos sin tres, pero casi dos y media. Escuché con oídos necios tus mudos silencios, pero no tuve la sabiduría de ser a veces sordo. Nos levantábamos tarde cuando amanecía muy temprano, y Dios nos madrugó cuando intentamos ayudarnos. Vimos con el corazón y no sentimos con los ojos. Un pájaro se fue volando solo cuando se nos murieron los cien que quisimos retener en nuestras manos. Quisimos celeste y nos costó un presente negro y la carencia de miles de noches blancas. Fuimos pingos en la cancha enceguecidos por las anteojeras. Nos dormimos como niños y amanecimos empapados. Fuimos bueyes solitarios con ampollas en la lengua, y el día en que más pensamos el mono se vistió de seda, se convirtió gratuitamente en bailarín y se puso a hacer bonsáis con su navaja. El tigre se acomplejó porque la vejez le impuso una mancha más. Apretamos poco y abarcamos mucho, fajados sobre las costillas. Llenamos el camino al Cielo de malas intenciones y supimos más por diablos que por viejos. Pusimos mala cara al buen tiempo, pero nos llovió siempre que paró. Hicimos el mal sin mirar a quién. Hiciste siempre lo que yo hacía pero no lo que te decía. Y aunque bajo el sol todo era nuevo, reímos últimos y peor que nadie, y eso que alguna vez habíamos sido los primeros. El tiempo no pudo decirnos nada y confundimos la enfermedad con la cura. Colocamos diéresis en cada consonante y le amputamos las piernas a la verdad. No le miramos los dientes al caballo que pagamos caro, y Dios le dio migajas al pingo desdentado. Averiguamos mucho más que Dios y no nos perdonamos… Sólo los males nos vinieron bien.
Después de todo (o antes que nada), si dicen que peor es nada, es porque mejor es todo, y todo es mejor ahora. Aunque mi casa sea de palo y mi cuchillo de herrero y me sienta como un zapatero con los guantes rotos.

Ignacio Martín Pis Diez Pelitti










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